Por: John MacArthur

 

El término sistemático procede de la palabra griega compuesta, formada por sin, “junto”, e histemi, “disponer” y que significa “disponer junto” o “sistematizar”. Teología viene del término griego theologia, “una palabra sobre dios”, que significa “teología”. Etimológicamente, la teología sistemática implica el poner juntas y de forma ordenada palabras sobre Dios o una reunión de la teología de un modo organizado. Considere la respuesta de Carlos Spurgeon a aquellos que ponen objeciones a un acercamiento sistemático a la teología: 

 

La teología sistemática es a la Biblia lo que la ciencia es a la naturaleza. Suponer que todas las demás obras de Dios son ordenadas y sistemáticas, y que cuanto más grande es la obra, más perfecto es el sistema, y que la mayor de todas sus obras, en la que todas sus perfecciones se manifiestan de forma transcendental, no debería tener plan o sistema, es del todo absurda.

 

La teología sistemática responde a la pregunta ¿qué enseña el canon acabado de las Escrituras sobre cualquier tema o asunto? Por ejemplo, ¿qué enseña la Biblia desde Génesis a Apocalipsis sobre la divinidad de Jesucristo? Una definición básica de la teología sistemática sería, pues, “la exposición ordenada de las doctrinas cristianas”. La teología sistemática debe mostrar (1) integridad hermenéutica, (2) coherencia doctrinal, (3) relevancia ética, (4) explicabilidad de la cosmovisión y (5) continuidad tradicional. Cuando estas están presentes y operativas, se encontrará una buena sistematización que será de gran valor para el expositor. Conforme examine cuidadosamente cada detalle del texto al prepararse para exponerlo, la teología sistemática le permite visionar también la totalidad de la imagen teológica, esa que ha tenido en cuenta no solo las conclusiones estudiadas de la historia de la iglesia, sino también el progreso de la revelación que culminan en la revelación completa de Dios.6 (Para una visión de conjunto cronológica del progreso de la revelación, véase el apéndice). 

 

El entendimiento que cada uno tenga de la teología sistemática podría enmarcarse en las observaciones siguientes de John Murray: 

 

Cuando sopesamos de forma adecuada la propuesta de que las Escrituras son la garantía de la revelación especial, que son los oráculos de Dios, que en ellas Dios se encuentra con nosotros y se dirige a nosotros, nos desvela su majestad inabarcable, nos invita al conocimiento y al cumplimiento de su voluntad, nos desvela el misterio de su consejo y expone los propósitos de su gracia, entonces, la teología sistemática se ve como la más noble de las ciencias y de las disciplinas, no como una de fría e intensa reflexión, sino una que provoca la adoración del asombro y afirma el ejercicio más consagrado de todos nuestros poderes. Es el más noble de todos los estudios, porque su campo de acción es la totalidad del consejo de Dios y busca, como ninguna otra disciplina, exponer la riqueza de la revelación divina de la forma ordenada y abarcadora que es su método peculiar y su función. Todos los demás departamentos de disciplina teológica aportan sus descubrimientos a la teología sistemática y contribuyen con toda la riqueza de conocimiento derivada de estas disciplinas en la sistematización más inclusiva que aborda.

 

La teología sistemática tiene por objeto exponer, de una forma global y temáticamente organizada, las doctrinas bíblicas enfocadas en las personas del Dios trino, sus propósitos y sus planes en relación con el mundo y la humanidad; comienza informando el intelecto (sabiendo y entendiendo). El intelecto da forma a aquello que creemos y amamos en nuestro corazón. Nuestra voluntad desea aquello que amamos y repudia lo que odiamos. Nuestros actos armonizan con lo que más queremos. La mente determina los afectos, que conforman la voluntad, que dirige los actos. La teología no está del todo acabada hasta que ha reconfortado el corazón (afectos) y provocado la volición (voluntad) para actuar en obediencia a su contenido.

 

Extraído del libro Teología sistemática.