Por: Tony Evans

Entender el crecimiento espiritual es crucial por, al menos, dos razones. Primero, es un mandato de Dios y, por lo tanto, su voluntad para nosotros. Y segundo, la alternativa al crecimiento es el estancamiento y, con el tiempo, la deformación. Hay una buena razón por la que no encontrarás ninguna iglesia que cante un himno que se llame “Firmes y hacia atrás, huestes de la fe”. La falta de crecimiento no es una opción para los creyentes, al menos no si queremos agradar a Dios.

Creo que sería útil comenzar con una definición de crecimiento espiritual que servirá como base para este libro. El crecimiento espiritual puede definirse como el proceso de transformación mediante el cual permitimos que Cristo, que mora en nosotros, se manifieste cada vez más en y a través de nosotros, de manera que podamos glorificar más a Dios, ser de bendición para otros y hacer avanzar su reino en tierra.

El crecimiento espiritual implica que se manifieste más de Cristo en tu vida y menos de ti. Juan el Bautista lo definió mejor. A medida que crecía el ministerio y la popularidad de Jesús, y Juan comenzaba a pasar a un segundo plano, los discípulos de Juan se le acercaron y le dijeron: “Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán… bautiza, y todos vienen a él” (Juan 3:22-26). Juan les respondió: “Es necesario que él [Jesús] crezca, pero que yo mengüe” (v. 30). Crecemos espiritualmente cuando se manifiesta más de Jesús en nosotros y menos de nosotros mismos.

Muchas veces es de ayuda sumar una ilustración a una definición de lo que estamos hablando. Una forma obvia de ilustrar el crecimiento espiritual es mirar su contrapartida física. Volviendo a nuestro tema sobre los bebés recién nacidos, estoy seguro de que sabes que todo bebé no solo quiere, sino que a menudo exige comida. Todo dentro de ese niño pide a gritos: “Denme algo de comer. ¡Tengo que crecer!”.

Si alguna vez has escuchado a un bebé recién nacido llorar de hambre, puedes apreciar las palabras de advertencia del apóstol Pedro a los cristianos: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2). Esta es una de las descripciones que mejor resume el crecimiento espiritual en la Biblia. Puede que no sepamos exactamente cómo funciona el crecimiento espiritual, pero este versículo nos ayuda a comprenderlo porque lo compara con el crecimiento físico.

Este hecho para un bebé recién nacido tiene que ver con el desarrollo de la vida que se le ha dado. Ahora bien, puede que te parezca tan simple y obvio que te preguntas por qué razón lo menciono. Sin embargo, en mi experiencia como pastor, he visto que este principio clave del crecimiento espiritual a menudo se pasa por alto exactamente por esa razón. Ante todo, el crecimiento espiritual no es un programa o plan de estudios, como señalé anteriormente, sino el alimento y desarrollo de una vida.

 

Extraído del libro La vida en el reino.