Por John MacArthur
En el octavo mes del año segundo de Darío, vino palabra de Jehová al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo: Se enojó Jehová en gran manera contra vuestros padres. Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. No seáis como vuestros padres, a los cuales clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no atendieron, ni me escucharon, dice Jehová. Vuestros padres, ¿dónde están?; y los profetas, ¿han de vivir para siempre? Pero mis palabras y mis ordenanzas que mandé a mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso volvieron ellos y dijeron: Como Jehová de los ejércitos pensó tratarnos conforme a nuestros caminos, y conforme a nuestras obras, así lo hizo con nosotros. (1:16)
Aunque los creyentes del Nuevo Testamento a veces lo pasan por alto, Zacarías es un libro maravilloso que no debemos ignorar. Su rico contenido exige un estudio cuidadoso, una meditación profunda y una proclamación valerosa. Al igual que un diamante intrincado, la gloria de su verdad brilla desde muchos ángulos. Los que ignoran la belleza y el poder de este gran tesoro de la teología veterotestamentaria se pierden de una gran bendición.
Al aproximarnos a esta profecía tan profunda, debemos resaltar varias facetas clave. Primero, es un libro que trata del Señor Jesucristo. Entre la mención del ángel de Jehová (cp. Zac. 1:1112), el Mesías Sacerdote y Rey (3:34; 4:1114; 6:1213), el Rey ungido (6:915) y las profecías de cómo entraría a Jerusalén montado sobre un pollino (9:9), sería traicionado por treinta piezas de plata (11:12), sería traspasado por su pueblo (12:10), purificaría a Israel mediante su propia muerte y resurrección (13:12) y daría libertad a los suyos a su regreso (14:13), el Señor Jesús aparece prácticamente en todas las páginas del libro. Esta profecía, cuya revelación describe a Cristo desde antes de su primera venida hasta la segunda, es una de las exploraciones más extensas sobre las glorias del Mesías.
Segundo, el libro de Zacarías destaca un gran número de profecías escatológicas, además de predicciones sobre el regreso y el reinado del Mesías. Estas incluyen el surgimiento del anticristo (11:1517); el martirio del pueblo de Dios en la gran tribulación (11:1617; 13:17); la batalla de Armagedón (12:19; 14:13); el juicio de las naciones (12:19; 14:1215); la salvación de Israel (12:10; 13:19), la salvación definitiva de las naciones (14:16); y las bendiciones que tendrán lugar durante el milenio (8:4). Además, el asombroso imaginario de Zacarías va desde visiones de caballos (1:717) hasta un rollo que volaba (5:14), un candelabro con dos olivos a su lado (4:114) y una mujer sentada en un efa (5:511). Aunque estas promesas están veladas en un elemento de misterio, anticipan verdades proféticas que se encuentran en el Nuevo Testamento.
Tercero, en su revelación sobre el futuro, Zacarías es también un libro que trata del consuelo divino (1:13). Para demostrar su cuidado, el Señor asegura en repetidas ocasiones a su pueblo que un día restaurará a Israel (1:14; 2:1113) y juzgará a las naciones (1:15; 9:18). Todo el contenido de Zacarías, incluyendo visiones, profecías, señales, visitantes celestiales, palabras directas de parte de Dios y el bosquejo de la historia de la redención, abarca desde la época de Zacarías hasta el reinado del Mesías sobre la tierra y está diseñado para garantizarle al pueblo de Dios que Jehová se acuerda. De hecho, el nombre “Zacarías” significa “Jehová se acuerda”. Este libro demuestra que Dios se acuerda de todas las promesas que hizo a Israel y también al mundo.
Cuarto, en conformidad con el tema del consuelo divino, el libro de Zacarías también enfatiza las condiciones requeridas para este. El prerrequisito de Dios para recibir todas estas promesas es el arrepentimiento. El Señor no bendecirá a los desobedientes. Él se lo dejó claro a Israel desde el principio. En Deuteronomio, Dios dictó la condición para la bendición y afirmó por medio de Moisés: “Vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios” (Dt. 28:2). Moisés continuó así: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán” (28:15). El Señor dejó bien claro que Él bendice por completo solo a los obedientes. Él es un Dios justo, perfecto y santo que por necesidad castiga a los malvados y recompensa a los justos (cp. Éx. 20:56).
Cuando la nación de Israel se sumió en una historia de desobediencia, Dios envió a profeta tras profeta para instar al pueblo a arrepentirse. En Isaías 55:67, Isaías dijo al pueblo: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Hay misericordia y perdón para aquel que se vuelve a Dios y se aparta del pecado. Las palabras de Jeremías 3:1213 enfatizaban esta verdad: “Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado”. En Ezequiel 18:3031, Ezequiel proclamó el mismo mensaje: “Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo”. Todos los llamados al arrepentimiento fueron recordatorios de la misericordia de Dios. Con tales amonestaciones y súplicas, los profetas le recordaron a la nación que, si se arrepentían, Dios los aceptaría de nuevo y los bendeciría, tal como lo prometió (Is. 55:14; Jer. 31; Ez. 36).
A pesar de la bendición prometida, Israel no hizo caso a los profetas. El informe de 2 Reyes 17:34 deja esto en claro:
Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios.
El precio de la impenitencia fue que Israel quedó exiliado a una tierra pagana. A pesar de esto, Dios no revocó su juramento ni cambió su promesa. Él nunca abandonó su fidelidad a su pueblo, sino que los llevó de vuelta a la tierra prometida (Esd. 1:12) y, en este libro, reafirmó su fidelidad para con su pueblo. Zacarías comienza con un mandato de parte de Dios: que su pueblo se arrepienta. Él será misericordioso, pero no puede comprometer su estándar de santidad.
Para la audiencia original de Zacarías, el mensaje del libro alentó su corazón con la esperanza de las buenas promesas de Dios. Sin embargo, también les recordó que el camino a las bendiciones divinas comienza en la puerta del arrepentimiento (cp. Lc. 24:47; Hch. 20:21; 26:20). El arrepentimiento genuino, que consiste en un cambio radical de corazón y de mente, es una dádiva de la misericordia y de la gracia de Dios (2 Ti. 2:25; cp. Ef. 2:810). Esto incluye un cambio inmediato en los afectos que hace que el corazón se aparte del pecado y de la idolatría y se vuelva hacia el Dios vivo y verdadero (1 Ts. 1:9). Los resultados de este cambio interno en el corazón son actitudes de adoración y actos de obediencia. Estos “frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:8) constituyen la evidencia de que el arrepentimiento es genuino (cp. 2 Co. 7:10). El llamado al arrepentimiento busca que los pecadores se aparten de su idolatría e iniquidad y amen y adoren en cambio al Dios verdadero para andar en sus caminos. La respuesta correcta del pecador ante un llamado así es clamar por misericordia al Señor (Lc. 18:1314) y pedirle el cambio de corazón que solo Él puede dar (2 Co. 5:17). El Señor se deleita en responder esta oración (cp. Lc. 15:7; Jn. 6:37) y en transformar a los pecadores desde adentro para que se conviertan en personas que lo adoran y lo obedecen de corazón (cp. Mr. 12:3031).
El libro de Zacarías comienza con un llamado para que Israel se arrepienta y se vuelva al Señor. El pueblo no debe ser como sus antepasados, que endurecieron su corazón y se rebelaron contra Dios. En cambio, el Señor mismo llamó a su pueblo a volverse a Él en arrepentimiento para poder Él volverse a ellos en bendición (Zac. 1:13). No obstante, el Señor advirtió a los israelitas de las consecuencias de resistirse a su Palabra y de rebelarse contra Él (1:46). Si no se arrepentían, serían castigados, al igual que sus antepasados malvados.
* Artículo extraído del libro Zacarías: Comentario MacArthur del Antiguo Testamento.