Por: Jeff Manion

“Las hormigas no son fuertes pero almacenan su alimento todo el verano”  (Pr. 30:25, NTV).

Lo asombroso del hormiguero está en el contraste entre el tamaño de la hormiga y su eficiencia. Ellas “no son fuertes”, pero realizan el trabajo con progreso constante. El rey Salomón incluyó este proverbio sobre el poder de la hormiga para ilustrar el efecto acumulado de la acción constante y repetida en la dirección correcta. Se trata del poder de la constancia. Esta no es la única vez que estos insectos laboriosos aparecen en Proverbios. En un capítulo anterior de la colección, Salomón se dirige al “perezoso”, el carácter letárgico que parece incapaz de resistir la fuerza gravitacional del sofá. Inmovilizado por el rayo tractor de la flojera, el perezoso no puede activarse solo. La vida se escabulle a medida que las responsabilidades se descuidan y las oportunidades se pierden. ¿El consejo de Salomón a este sujeto? ¡Que visite un hormiguero! “Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio” (Pr. 6:6). 

Se obtiene sabiduría al observar el movimiento constante y disciplinado de la colonia de hormigas. Van y vienen. Viaje tras viaje. Constante, repetitivo, metódico… para salvar vidas. Las hormigas nos recuerdan lo que puede lograrse cuando nos dedicamos sin descanso a la tarea que tenemos por delante. Recuerda: la fidelidad no es llamativa. La dinámica del poder de la hormiga depende de la repetición. Podría involucrar levantarse y participar prácticamente en la misma actividad, una y otra vez, semana tras semana, año tras año. Pero al medirse a lo largo del tiempo, los efectos de la acción constante pueden ser impresionantes.

*Extraído del libro Sueña en grande, comienza por lo pequeño