El cerebro de cada persona es único y afecta a la vida diaria de formas incalculables. Pero, ¿puede nuestro cerebro hacernos pecar? ¿Han demostrado las investigaciones sobre el cerebro que no somos responsables de ciertas acciones o sentimientos?
Al considerar los problemas cerebrales a través de la lente de las Escrituras, Edward T. Welch distingue los trastornos cerebrales de los problemas arraigados en el corazón, aunque muestra una interacción entre ambos.