MacArthur explica nueve convicciones inquebrantables que contribuyen a esa extraordinaria perseverancia que tenía Pablo y que tanta admiración despierta en el autor. 


Las nueve razones por las que Pablo no se desanimó
Primera: se veía a sí mismo como un administrador de Dios, a quien se le había confiado un nuevo y mejor pacto. Segunda: veía ese papel no solo como un gran privilegio, sino también como una gran misericordia extendida hacia él por la gracia de Dios. Tercera: estaba decidido a mantener puro y recto su propio corazón, y entendía que la fidelidad es un elemento clave en la búsqueda de verdadera integridad. Cuarta: tenía una pasión determinante, es decir, su consagración a predicar la Palabra de Dios. Quinta: entendía que la Palabra de Dios no vuelve vacía (Is. 55:11), por lo que no le frustraban las normas humanas de éxito o fracaso. Sexta: era un hombre humilde que no buscaba elogios ni reconocimiento, sino que iba tras la gloria de Dios a toda costa. Séptima: sabía que Dios utiliza nuestro sufrimiento como un medio para santificarnos, y estaba deseoso de participar en la comunión de los sufrimientos de Cristo. Octava: estaba familiarizado con los grandes héroes de la fe en el Antiguo Testamento, e intentaba emular su valor. Y novena: Pablo tenía su corazón centrado en el cielo y en las cosas de arriba, sabiendo muy bien que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera. Estas son nueve convicciones inquebrantables que mantuvieron fiel a Pablo.


En una época en que el fracaso y el agotamiento pastoral son cada vez más comunes, este libro es un llamado a perseverar en el ministerio, y anima a los pastores a mantenerse fuertes en su papel y a no desanimarse, independientemente de lo que Dios les envíe a sus caminos.


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